El periódico la Crónica de León dedica en su portada un artículo a los japoneses residentes en León.
TERREMOTO DE JAPÓN / El testimonio de varios residentes en León
“Los japoneses somos fuertes, pensamos ya en el futuro”
Catorce nipones sufren a 10.000 km el desastre que vive su país
En Japón uno llora hacia adentro. Son gente luchadora por naturaleza y cuando dan un paso atrás es sólo para coger impulso. Hablar con ellos es toda una lección de serenidad y disciplina y si las cosas se tuercen demasiado, como es el caso, no dudan ni un minuto en poner su granito de arena por su país, por los suyos.
Conversamos con algunos de los japoneses que viven en León. Aunque la preocupación es generalizada, a todos se les escapa una leve sonrisa al reconocer que después de dos días de confusión han localizado a sus familiares y amigos, y todos están bien.
El devastador terremoto que asoló el pasado viernes una parte de Japón ha sumido al país nipón en su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. A miles de kilómetros Minako Matshura, profesora de piano en la Fundación Eutherpe desde que llegara a León en octubre, asiste con impotencia al peor desastre que a sus 28 años ha vivido su país. Sus padres, residentes en Hokkaido, una pequeña isla al norte, se han librado de la furia del terremoto y su hermana, después de dos días incomunicada, dio señales de vida ayer desde Tokio “y afortunadamente estaba bien pero tienen limitada la luz a sólo tres horas al día”, asegura Minako, por lo que comunicarse es difícil. También continúa sin electricidad la casa de su abuelo, en Akita, y con la comida racionada.
A pesar de su rostro frágil y de las terribles imágenes que nos bombardean desde todos los medios de comunicación, Minako es muy fuerte y parte de esa fuerza la recibe al comprobar cómo su pueblo afronta la situación, “la gente mantiene la amabilidad y la simpatía a pesar de perderlo todo, estoy orgullosa del pueblo de Japón, es muy trabajador y solidario”, añade Minako, quien espera volver a casa en verano pero con un billete de vuelta a León, ciudad que define como de belleza impresionante, con gente agradable y muy cálida.
Kodai Fukuyama sigue desde León todo lo que ocurre en su país y en su provincia, Aomori. Es estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad nipona y asiste desde hace un año a clases de español en el Centro de Idiomas de la Universidad de León. “Es un horror, no había visto nunca tanto desastre”, asegura, “mi familia vive como hace 500 años, sin gas, sin luz, con una comida al día...”. Pero todo ello sin perder la sonrisa porque añade, “los japoneses somos fuertes, valientes, pensamos siempre en el futuro”.
Está deseando estar con los suyos y ser útil en su país. De momento ya ha enviado dinero a través de Cruz Roja, pero sigue siendo poco y el próximo domingo cogerá un avión con destino Tokio.
La familia de una de las compañeras de clase de Kodai vive en Fukushima, localidad que sufre la explosión descontrolada de su central nuclear. Arropada por sus compañeros que la tranquilizan, continúa asustada por los últimos acontecimientos, que han tenido ilocalizados a familiares y amigos. Gracias a internet, del que no se separa, ayer supo que estaban vivos.
También mostró recientemente su preocupación la jugadora nipona del Cleba, Aiko Hayafune. “Se siente impotencia cuando tantos compatriotas están sufriendo”, a pesar de que su familia no se ha visto afectada.
“Desde aquí poco puedo hacer”
Risa Imamura, de Osaka, en el sur del país, imparte clases de japonés a españoles desde hace cuatro años en León. Reconoce que ya se han acostumbrado a los terremotos pero nunca en estas dimensiones. Con toda su familia ‘controlada’, recuerda el fuerte seísmo que atacó hace 15 años Japón y del que tardaron tres años en recuperarse. “Ahora es más fuerte y espero que poco a poco se supere”. Desde su casa le cuentan que ayer volvieron a la normalidad, después de pasar un viernes que nunca olvidarán, sin luz, sin agua, sin transporte, y caminando hasta 20 km para ir a trabajar.
Hoy sólo piensan en el futuro, en recuperar su vida y su frenético ritmo.